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http://blogs.iadb.org/cambioclimatico/2016/05/13/5

¿QUÉ TAN MAL SE PORTÓ EL ÚLTIMO NIÑO? ÉL SE VA, PERO LOS DAÑOS SE QUEDAN


Después de escuchar hablar sobre el Niño durante los últimos dos años, datos recientes indican que finalmente el Niño 2015-16 parece ceder y llegaría a su fin en mayo. Pero, si bien su final estaría cerca, esta onda de viento cálida que atraviesa el Pacífico podría dejar grandes secuelas a su paso; esto ya lo vivimos en 1982 y 1997. Son pocos los países Latinoamericanos que escapan a sus efectos, convirtiéndolo en el fenómeno natural más temido de la Región. Por ello, cerca de su partida cabe preguntarse:

¿Fue el Niño más fuerte de la historia?

El Niño 2016 se posiciona como uno de los tres más fuertes desde 1950. Sin embargo, afirmar que ha sido el más fuerte de la historia no es posible porque hay diferentes formas de medir fortaleza. Siguiendo las desviaciones en la temperatura del océano en los últimos meses, las alcanzadas por el Niño 2016 son prácticamente iguales a las de 1997. Pero, basado en los cambios que se dan en la temperatura de la atmósfera, los dos Niños pasados fueron más fuertes que el de 2016.

No hay dos Niños iguales, ¿las diferencias importan?

Hay dos diferencias del Niño 2016 respecto a los pasados relevantes para Latinoamérica: (1) El Niño 2015-16 se desarrolló con mayor fuerza en el Pacifico Central, es decir, en aguas cercanas a países asiáticos como Indonesia y Filipinas. En tanto, el de 1997 lo hizo en el Oriental, impactando mayormente a países como Perú y Ecuador; (2) Aunque el Niño 2016 se consolidó como el más largo de la historia (21 meses), aquellos meses con mayores desviaciones de temperatura, “duración efectiva”, fueron menos que en los eventos pasados, concentrándose en el primer trimestre de 2016.

¿Quienes sufren los mayores daños?

Aunque conocido por los daños, los cambios climatológicos del Niño pueden tener efectos positivos. En el continente americano, el sector agrícola americano es el mayor ganador, y en algunos casos Brasil se ve favorecido. En contraste, la Región Andina se coloca como la gran perdedora, debido a la vulnerabilidad geográfica y cercanía con el Pacífico. En esta Región, típicamente se manifiesta con extensas inundaciones en las zonas costeras de Ecuador, el norte de Perú y el oriente de Bolivia. Al mismo tiempo, se producen sequías en el altiplano boliviano-peruano, en Colombia y en Venezuela.

Durante los Niños de 1982 y 1997, los eventos trajeron pérdidas de entre US$5 y US$7 mil millones a los países andinos, 2.6% del PIB de la Región. En aquella ocasión, Perú y Ecuador concentraron 85% de los daños. El Niño 2016 no ha sido la excepción. Aunque aún temprano para saber el monto de daños, las afectaciones han sido cuantiosas.

¿Cómo se transmite esto a nivel macroeconómico y de sectores?

Por el lado de actividad económica, los sectores más afectados son el agropecuario, el de infraestructura y el eléctrico. El agropecuario es el más golpeado porque tanto lluvias como sequías ocasionan destrucción de cosechas, enfermedades y plagas, y muertes de cabezas de ganado. Las lluvias destruyen infraestructura, lo cual se traduce no solamente en la pérdida de acervo, sino en el impacto negativo que esto desencadena en actividades industriales y comerciales. En el sector eléctrico, la falta de lluvias merma el nivel de los embalses, obligando a las generadoras de energía a usar fuentes alternativas más costosas.

Por el lado de precios, una menor producción agrícola se traduce en presiones de precios en el sector de alimentos, y la menor producción eléctrica aumenta las tarifas del sector.

¿Qué esperamos en 2016?

Con el objetivo de calcular este impacto en la Región Andina, el documento preparado por CAN “¡Es Niño! Impacto Económico en la Región Andina“, emplea modelos econométricos para estimar sus potenciales efectos e indica que un Niño normal a extraordinario puede restar entre 0.6-1.7% del PIB e incrementar el nivel de precios entre 1-5%.


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