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EL EXTRAÑO RÍO HIRVIENTE QUE FLUYE EN LA AMAZONÍA PERUANA


El agua puede alcanzar los 94 grados centígrados. Es un caudal único en el mundo.

Cuenta una leyenda inca que existía una ciudad de oro en la actual Amazonía peruana. Se llamaba Paititi –nombre quechua que en español significa ‘El Dorado’ – y era casi imposible llegar allí, pues representaba una peligrosa aventura por la selva suramericana. Quienes lo intentaban corrían el riesgo de no regresar.

En el siglo XVI, tras conquistar el imperio Inca, los españoles buscaron otras civilizaciones a la cuales derrotar y robar sus riquezas. Los indígenas, en venganza, les dijeron que fueran hacia Paititi, donde conseguirían todo el oro que quisieran.

“Los que lograban regresar contaban historias de plantas que los volvían locos, guerreros con flechas envenenadas, serpientes que se comían a un hombre de un bocado y un río que hervía”, relata Andrés Ruzo, un geólogo peruano que de niño escuchó la leyenda en boca de su abuelo.

Cuando Ruzo inició sus estudios doctorales de Geofísica en Estados Unidos, Paititi y el río hirviente le regresaron a la mente. “Estaba en Perú y hablé con unos colegas que realizaban un mapa geotérmico del país. En eso, yo les pregunté: ‘¿Han encontrado un río hirviente en el Amazonas?’ ”.

La respuesta fue un rotundo no. Pero Ruzo no quedó conforme. Consultó con otros académicos, organismos estatales y compañías petroleras con operaciones en el Amazonas. Le dijeron que se trataba de una exageración de la leyenda.

En vista de que nadie le daba información acerca del caudal, Ruzo emprendió su búsqueda en el 2011, 12 años después de que su abuelo le contara la leyenda. Primero llegó a Pucallpa, una ciudad del centroriente peruano, para luego adentrarse en la selva amazónica, donde constató que el río no era tan solo una leyenda.

Aguas a 94 grados centígrados

Dos horas en carro por una carretera, una hora en lancha por un afluente y otra hora caminando por la selva. Ese fue el recorrido que hizo Ruzo hacia el río hirviente o Shanay-timpishka, el nombre en quechua que los indígenas le dieron (y que en español significa ‘hervido con el calor del sol’).

Cuando se aproximaba al río, vio cómo el vapor emanado por el caudal se iba colando entre la vegetación. “Arribé al punto más sagrado, el hogar de la Yacumama, la madre de las aguas para los indígenas del Amazonas –su representación es una roca en forma de cabeza de serpiente –”, comenta.

De inmediato, Ruzo introdujo un termómetro en el agua. Marcó 94 grados centígrados. Pero ¿cómo es posible que este río amazónico de 6,4 kilómetros tenga tan altas temperaturas?

Para explicar este fenómeno natural, el geocientífico recurre a un símil con el cuerpo humano: “En nuestra venas y arterias fluye sangre caliente. De una forma muy parecida, la Tierra tiene fallas y fracturas por las cuales corre agua a altas temperaturas”, ilustra Ruzo.

Ya sea de lluvia, glaciares, manantiales u otra fuente hídrica, el líquido baja unos cuantos kilómetros desde la corteza terrestre hasta el gradiente geotérmico de la Tierra, donde se calienta. “El planeta se va volviendo más caliente a medida de que vas bajando”.

El agua sube nuevamente a la superficie por una situación geológica propia de la zona en donde se ubica el río. Ruzo la define como una ‘arteria’ de la Tierra. ¿Por qué? Una falla hace que cantidades del líquido emerjan de las profundidades del planeta, como cuando una arteria es cortada y la sangre sale a chorros por la presión.

Sin embargo, el Shanay-timpishka no es totalmente caliente. El río nace como un arroyo frío y tiene varios tramos en los que la temperatura está entre los 24 y 27 grados centígrados. Gracias a unos puquios naturales –manantiales que expulsa agua caliente –, el caudal se torna hirviente.

Ruzo es enfático en afirmar que el río hirviente del Amazonas peruano no es cualquier caudal térmico, pues la principal característica de este tipo de ríos es la cercanía a zonas volcánicas. “Son típicos de países como Islandia o Nueva Zelanda, donde hay bastantes volcanes. Incluso, existe uno en las faldas de un volcán nicaragüense, pero no llega a ser tan caliente como el río del Amazonas”, afirma este geocientífico, quien además es colaborador de National Geographic.

Cocinar y curar con el río

“Yo no descubrí el río. No entiendo por qué dicen eso”. Ruzo asegura que quienes dieron con el Shanay-timpishka fueron los grupos indígenas que habitan el Amazonas: los shipibos-conibos, los asháninkas y algunos amueshas. Ellos siempre han sabido la ubicación del río. “Yo solo soy el primer científico que investiga en la zona”, reitera.

Pero antes de empezar a investigar, el geofísico debía recibir la bendición de un chamán. Dentro de la cosmología indígena, este río es sagrado. “[El chamán] me permitió trabajar en la zona, pero solo colocó una condición:devolver al río las muestras que extrajera”, cuenta.

Precisamente son las comunidades indígenas las que más sacan provecho del caudal y su temperatura. Con el agua cocinan, limpian sus viviendas y preparan medicinas, ya que le atribuyen propiedades curativas. El río se volvió parte de la cotidianidad.

Sin embargo, en el Shanay-timpishka es imposible la existencia de vida animal. Las altas temperaturas no lo permiten. “Si metes la mano, sales sancochado. A partir de los 47 grados centígrados el agua es peligrosa. Por eso no vas a ver peces o ranas. ¡Se cocinan!”, aclara Ruzo, quien agrega: “Pero hemos encontrado microorganismos que estamos estudiando”.

Y aunque es un lugar único en el mundo, el río y sus alrededores no están protegidos por las autoridades peruanas. El área donde se ubica es considerada selva explotable. De hecho, Ruzo denuncia que la deforestación de la zona avanza rápidamente.

“En el 2014 me demoraba tres horas en llegar al río desde Pucallpa, cuando en el 2011 tardaba más tiempo. Eso ha sido culpa de la deforestación. Tenemos que ponernos las pilas antes de que acaben con todo”, alerta Ruzo.

Por esa razón, uno de los objetivos de la investigación es divulgar información sobre el río, para que en un futuro próximo se convierta en zona de conservación y patrimonio internacional. A través de la página webboilingriver.org realiza esa labor.

“Es un sitio geológico espectacular con una fauna y flora muy particular. Llevo desde el 2011 buscando otro sitio en el mundo geotérmicamente parecido a este, y no lo encuentro”, ratifica.

JOSÉ PUENTES RAMOS Periodista ELTIEMPO.COM

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